Monday, July 02, 2012

Periodismo digital o ciberperiodismo, según Raúl Trejo Delarbre

Hoy en día es muy común que leamos  las noticias locales o internacionales en los portales electrónicos de diarios nacionales y extranjeros. De hecho, esto es una práctica común entre las nuevas generaciones que pasan gran parte del tiempo navegando en la red de redes. El oficio periodístico fue de los primeros que acogió el uso de las tecnologías digitales para ampliar su espectro de lectores. Internet cambió la faz del periodismo. Actualmente el periodismo es más visual -más imagen que texto-, cuenta con un diseño más atractivo y el nuevo lector demanda estar informado constantemente con novedades, con exclusivas.

Cuando se inició el periplo de algunos algunos diarios en la red no había una idea certera de lo que podían lograr alli. En los primeros tiempos del llamado ciberperiodismo, algunos periódicos subían tan solo una versión PDF a su página electrónica, y por supuesto que dicha información no variaba a lo largo del día; esa situación pronto cambió y hoy tenemos como resultado páginas constantemente actualizadas, con información de diversa índole, galerías de fotos, video en demanda, y en algunas ocasiones, el uso del hipertexto para "ampliar" más la información. Los enlaces que se utilizan en la redacción de un texto suelen ser enlaces internos; es decir, enlaces a información que han trabajado reporteros del propio diario, sin embargo, algunas publicaciones también deciden enlazar sitios externos que estiman importantes o trascendentes para que el lector profundize en su búsqueda de información.

En México, fueron El Universal -diario con tendencia netamente priista, lo cual se demostró en las más recientes elecciones federales- y el diario La Jornada, los primeros en sumarse a la red. Este último diario conserva su portal completamente abierto, es decir, no es necesario ser suscriptor de La Jornada para leer las notas o ver los videos en demanda que sus reporteros publican como parte de su oferta editorial. Además, si el cibernauta desea ver la versión impresa de este diario, también lo puede hacer porque en la parte superior hay un enlace que te permite salir de la información de última hora para regresar a aquella que se publicó en formato papel. Por su parte, El Universal ha comenzado a cerrar varias de sus secciones en exclusiva para sus suscriptores. Un caso especial es el diario Reforma, que lleva la batuta en cuanto al uso de las tecnologías digitales y su oferta de especiales multimedia y video en demanda, que sólo pueden apreciar los suscriptores. Tras estos diarios de información general y que son más conocidos en la capital de la República, algunos diarios del interior comenzaron a experimentar con la creación de portales para expandir el negocio en la red.

Algunos investigadores indican que el nuevo lector de diarios digitales es un cibernauta que no sólo se interesa por una lectura ágil de cualquier asunto, sino que además emite su opinión y deja constancia de ello en los foros, en las entrevistas digitales, y en los comentarios que se realizan a cada nota, artículo o columna. Asimismo, el crecimiento exponencial de las redes sociales permite que el cibernauta comparta información con miles de personas de una manera expedita. Este "nuevo periodismo" demanda también la activa participación de lector mediante notas, videos, fotos, etcétera.

Sin embargo, el uso de las tecnologías digitales y el apremio por las exclusivas y la actualización de datos e información provoca muchos dislates. Sí, tenemos más periodismo gracias a la red, pero ¿es mejor? ¿Nos permite comprender más los fenómenos sociales? ¿Podemos vincularlos? Es decir, ¿Estamos mejor informados? Para comprender más este fenómeno te ofrecemos un texto del investigador universitario Raúl Trejo Delarbre.


Ciberperiodismo. Nuevo periodismo, viejos dilemas

Publicado por Raúl Trejo Delarbre en enero 10, 2008
Publicado en Topodrilo, revista de la UAM Iztapalapa. Nueva época, número 2, noviembre – diciembre 2007.

El periodismo –más allá de la plataforma tecnológica en la que se apoye– es invariablemente búsqueda, revelación, novedad. La tarea esencial de los periodistas es identificar la noticia, recogerla y comunicarla. De allí que uno de los atributos medulares del periodista sea la vocación por lo noticioso. Noticia periodística es aquella que antes no se conocía y tiene suficiente interés para ser difundida de manera pública. Pero en la actualidad nos encontramos ante un escenario público repleto de noticias de las más variadas temáticas. Distinguir entre unas y otras, jerarquizarlas de acuerdo con su significación para la sociedad y difundirlas, es tarea de los periodistas. Una gran cantidad de esas informaciones aparece, se propaga y permanece en el espacio cibernético de la red de redes de computadora. La digitalización de la información y su expansión a través de Internet, impone nuevas condiciones pero mantiene muchos de los viejos dilemas del periodismo. 

Hoy disponemos de una apabullante abundancia de informaciones en la que, con frecuencia, encontramos más motivos de confusión que de orientación. Centenares de canales de televisión y radio y millares de sitios web con información periodística, o que pretende serlo, no necesariamente son mejor opción a los mecanismos tradicionales que han nutrido de noticias a nuestras sociedades. Estar sumergidos en la sociedad de la información constituye un privilegio y un desafío, aunque también puede ser una manera de ahogarnos en el mar de datos y mensajes que nos circunda y se ensancha constantemente. 

Los nuevos soportes tecnológicos propagan como nunca antes los mensajes mediáticos y periodísticos, pero el alcance social y las responsabilidades públicas del periodismo siguen siendo los mismos. En línea o fuera de ella, la prensa –dominada hoy por corporaciones mediáticas aunque también con zonas de diversidad y contraste cada vez más acreditadas– sigue teniendo aquel “poder espiritual” que hace tres cuartos de siglo le reconocía, no sin preocupación, José Ortega y Gasset. Desplazado el ascendiente de la iglesia y en retirada el poder ideológico del Estado, en la sociedad no había otra influencia que la de la prensa: “hoy no existe en la vida pública más ‘poder espiritual’ que la prensa. La vida pública se ha entregado a la única fuerza espiritual que por oficio se ocupa de la actualidad: la prensa”, recalcaba ese autor [2]

Así que desplegado en tinta y papel, acotado a los formatos de la radiodifusión o deambulando por las redes digitales, las repercusiones del periodismo obligan a pensar en él como bastante más que una actividad técnica y al periodista, como mucho más que un mero intermediario entre el acontecimiento y sus públicos. El periodismo cibernético tiene formatos, posibilidades y características no solo distintivas respecto del que se ejerce en otras modalidades sino que, incluso, le confieren una versatilidad que no alcanzan las plataformas convencionales. Pero es pertinente que no olvidemos que impreso en rotativas, propagado en ondas hertzianas o plasmado en páginas de la red de redes, el periodismo no deja de ser, como ha dicho Gabriel García Márquez, esa “pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad” [3]

Y es que para los internautas, el ciberperiodismo constituye una posibilidad de información y esparcimiento en ese océano de contenidos y provocaciones que es la red de redes. Para las empresas mediáticas se trata de un desafío –a menudo sobredimensionado y las más de las veces mal entendido– en el desarrollo de sus negocios. Para los medios convencionales el ciberperiodismo es fuente de dudas, competencia y retos. Para los periodistas, se trata de una oportunidad… de seguir siendo, ni más ni menos, periodistas.

Novedad, opción y coartada

Junto con Internet misma, el periodismo cibernético ha crecido de manera exuberante y pocas veces a partir de un esquema previamente establecido. La información en tiempo real circula con tanta prodigalidad que para muchos de sus usuarios el problema no es encontrar noticias sino discriminar entre la formidable oferta de contenidos que hay en Internet. Millares de diarios y revistas entienden a sus sitios web como espejos, herederos y a la vez pregones de sus ediciones impresas. La imbricación de la prensa en línea con otras formas de comunicación de masas está volviéndose habitual y, sin trastornarlo sustancialmente, comienza a modificar el panorama de los medios masivos. 

Interactividad y formato hipertextual, se han convertido en posibilidades pero a menudo también en coartadas del periodismo cibernético para considerarse novedoso. La búsqueda del hecho o el dicho más recientes, siempre consustancial al trabajo periodístico, es divisa básica del ciberperiodismo pero a menudo lo condiciona hasta desfigurarlo, o privarlo de su sentido informativo e interpretativo. En no pocas ocasiones la forma –aderezada de efectos visuales, diseños estruendosos y recursos 
tecnológicos no siempre indispensables– se sobrepone al fondo en el periodismo en línea. 

Después de un desarrollo constante e intenso, el ciberperiodismo comienza a encontrar encrucijadas. Periodismo para todos o especializado, oferta de contenidos universal o restringida, información constantemente actualizada o reproducción de formatos y plazos de las publicaciones fuera de línea, servicios de paga o gratuitos, periodismo de escándalo o apuesta por la profundidad: allí se encuentran algunos de los dilemas que los editores de la prensa en línea deben resolver todos los días.

Recibir y responder

La interactividad es la más notable de las virtudes del periodismo electrónico. Ningún otro medio, como Internet, tiene esa cualidad para que los destinatarios de sus mensajes reaccionen, repliquen e incluso se conviertan en productores de nuevos contenidos, todo en el mismo canal. 

La modalidad más plena de la interactividad es la retroalimentación. Gracias a sus posibilidades para que los mensajes circulen de ida y vuelta, la red de redes ha materializado aquella vieja y siempre incumplida aspiración de los patriarcas de las teorías de la comunicación que consideraban que mientras no hubiera plena capacidad de réplica la transmisión de mensajes era, simplemente, flujo de información. Comunicar es recibir y contestar, se decía en esos iniciales y aun indispensables esquemas. E Internet, a diferencia de los medios de propagación masiva que difunden el mismo mensaje a muchos que son simplemente receptores, ofrece esa anhelada posibilidad de respuesta. Foros de discusión, chats en tiempo real, y correo electrónico directo al ordenador del reportero o el articulista, se encuentran entre las opciones para que los destinatarios del periodismo electrónico vayan más allá de la recepción pasiva. 

Pero los lectores de prensa en línea, por lo general, siguen conformándose con ser solamente consumidores. Muy pocos trascienden la costumbre de recibir mensajes sin replicar a ellos. A pesar de que tienen la posibilidad de enriquecer sus contenidos con las aportaciones de sus destinatarios, todavía son escasos los espacios periodísticos que hacen de esos foros un elemento central de su presencia en Internet. Al mismo tiempo, los visitantes de sitios de contenido periodístico casi siempre se consideran (o se comportan como) consumidores y no actores en un intercambio creativo y participativo.

Quizá suponer que los usuarios o beneficiarios de la información periodística querrán siempre reaccionar a ella constituye una quimera que, por lo demás, si se cumpliera pondría en aprietos serios a los periodistas y sus medios cibernéticos. Si todos los lectores de una página de noticias en la Red les replicaran en correos electrónicos a quienes la han creado, los editores de la prensa en línea no se darían abasto. De hecho una de las nuevas tareas de los ciberperiodistas, o incluso de aquellos cuyas contribuciones aparecen en medios convencionales en donde se indican sus correos electrónicos, consiste en leer todos los días una extensa colección de mensajes que les llegan por e-mail. Allí se encuentra una forma de retroalimentación entre el periodista y sus públicos pero, por lo general, quienes se dirigen por correo electrónico al autor de una información o una opinión en los medios siguen siendo pocos entre todos aquellos que han tenido acceso a ese contenido.

La retroalimentación todavía constituye una posibilidad solo esporádicamente explorada y no ha modificado sustancialmente el comportamiento de los lectores o destinatarios de la prensa en el ciberespacio. Muchos de ellos son consumidores condicionados por los hábitos pasivos que imponen los medios convencionales. Aunque pueden hacerlo, no tienen interés en replicar al texto que han leído en la Red y mucho menos en colocar sus propias reflexiones o informaciones en Internet.

Construir el relato periodístico
 
La retroalimentación de los destinatarios de la información periodística respecto de los editores y emisores de estos mensajes, puede ser un recurso magnífico del periodismo en línea pero sólo como complemento de su tarea esencial que es la difusión de las noticias y su presentación en contexto. Otra forma de interactividad, menos ambiciosa pero distintiva del ciberperiodismo, es el recorrido de un contenido a otro, siguiendo las ligas que el consumidor de noticias encuentra en las páginas de contenidos noticiosos. A esa manera de transitar por la información se le suele considerar navegación hipertextual.

El lenguaje del periodismo electrónico se sustenta en los mismos códigos expresivos de la prensa convencional. Pero cuenta con la posibilidad de tender, cruzar y sugerir referencias con otras páginas en la Red de redes. El hipertexto es una herramienta insuperable para construir el contexto de un acontecimiento. La posibilidad de brincar de una página a otra, permite que cada quien componga el panorama en el que habrá de ubicar la información que le ha interesado. Pero el hipertexto, en rigor, es mucho más que el sistema de referencias que conduce de una a otra página web.

En su sentido originario y estricto, el hipertexto es una forma de escritura en donde cada bloque de texto puede ser acomodado de diversas maneras, de tal forma que adquieren distintos sentidos de acuerdo con el orden que se les da. En la creación hipertextual el lector desempeña un papel activo al elegir cómo recorrerá –o mejor dicho, reconstruirá– el texto según sus preferencias. Un empleo más enriquecedor del hipertexto radica en la producción de un relato con la colaboración de varios autores, cada uno de los cuales añade su aportación para darle sentido a las que le han precedido. Habitualmente restringida a la creación literaria, esa modalidad podría ser útil para rescatar las miradas de varios periodistas sobre un mismo acontecimiento.

El aprovechamiento más creativo del hipertexto, desde el campo del periodismo, aun está por explorarse. Más que en la difusión de informaciones o de géneros periodísticos que no requieren especial complejidad, ese recurso de lnternet puede ser muy valioso para la presentación de reportajes. Amalgamar el texto y su contexto, vincularlo a fotografías o documentos audiovisuales, enlazar la pieza periodística con los materiales en los que se ha apoyado su autor, son opciones con las cuales puede enriquecerse la presentación de una indagación periodística.

Hipertextos y pretextos
Mientras tanto, es preciso reconocer que en algunas ocasiones el hipertexto puede ser subterfugio para la presentación de notas muy simples a las que únicamente se adereza con ligas a otras páginas web. La reducción del ciberperiodismo a reglas pretendidamente acreditadas y que establecen parámetros estrictos para el diseño de periódicos en línea se traduce, entre otras consecuencias, en la proliferación de páginas electrónicas plagadas de vínculos no siempre necesarios ni útiles para ampliar el conocimiento o el contexto de una información.
Los recursos hipertextuales son de singular provecho para ubicar, ampliar, explicar o matizar los contenidos de carácter periodístico. Pero en ocasiones las ligas a otros sitios y páginas parecieran no tener más intencionalidad que la de colorear las páginas noticiosas de vínculos seleccionados caprichosamente. Colmar una información periodística de ligas a otras páginas puede ser una excusa para no incorporar dentro de ella el contexto que le de sentido y que permita a sus lectores ubicarla y entenderla. Puede ocurrir entonces que al emplear ese recurso sin criterios profesionales, tengamos pre-textos repletos de hipertexto.
La interactividad y sus modos constituyen la zona posiblemente más promisoria pero, mientras tanto, más incierta del ciberperiodismo. Habituados a la inacción que propician los medios convencionales, muchos usuarios de la prensa en línea simplemente no se plantean la eventualidad de tener ante ella un comportamiento activo. Que lleguen a interesarse en aprovechar los recursos interactivos –desde la posibilidad de respuesta directa hasta la construcción de su propia lectura navegando en las opciones del hipertexto– depende de la utilidad que los cibernautas puedan encontrar en involucrarse en un ejercicio recíproco, rompiendo las inercias de un consumo de medios tradicionalmente pasivo.
La interactividad es un recurso pero, salvo excepciones, no constituye la finalidad principal del periodismo cibernético. Aprovechar, potenciar, profundizar y diversificar las opciones de interactividad puede dar lugar a un periodismo en línea que sea original y, a la vez , didáctico.
Velocidad, costos y riesgos
Un tercer rasgo –junto con la retroalimentación y el hipertexto– que distingue al periodismo cibernético del que se hace para medios que no se encuentran en línea, es la actualización constante de la información. La página de contenidos periodísticos que se actualiza permanentemente y en donde las informaciones más recientes aparecen durante algunos minutos, desplazando a las que a partir de entonces comienzan a ser antiguas, es expresión de la velocidad de vértigo con que circulan las noticias en la sociedad contemporánea.
Los sitios de periodismo en la Red pueden tener ventanas por las que se deslizan las informaciones como en un antiguo teletipo y, también, pueden ser actualizados con tanta frecuencia como quieran y sean capaces sus editores. Esos dos recursos le confieren a la prensa en línea una vitalidad de la que carecen muchos otros medios.
Cuando un diario imprime su edición definitiva, o cuando termina la emisión del informativo en una radio o televisora, sus productores y públicos saben que ha terminado un ciclo en la cotidiana propagación de noticias en la que están interesados. El periódico será tan efímero como el día durante el cual circula y los noticiarios en la radiodifusión inician y concluyen un ciclo en cada transmisión.
El sitio de información periodística en la Red, en cambio, constantemente puede mudar de contenidos. Gracias a esa versatilidad es factible complementar, actualizar e incluso modificar o suprimir una noticia conforme el ciberperiodista recibe nuevas informaciones. El periódico permanente, que ha sido un sueño –o más bien una pesadilla– de muchos jefes de redacción habitualmente atenazados por la ineludible hora del cierre de cada edición, en Internet puede convertirse en realidad.
Titulares, ilustraciones, columnas, secciones y desde luego las noticias que son su esencia, pueden cambiar a cada momento. Esa posibilidad permite mostrar lo último, lo más nuevo, de acuerdo con el interés de los lectores ciberespaciales que suelen buscar los contenidos más novedosos. Pero el afán para tener un sitio actualizado al segundo, puede ser una riesgosa fuente de errores, distorsiones y engaños en la prensa en línea. Cada medio impone sus respectivos ritmos a sus procesos editoriales. La edición de un diario, desde que el periodista termina de redactar su texto hasta que es procesado para imprimirlo, implica cadencias que permiten que una nota sea evaluada por varias miradas en la redacción. En la televisión y la radio, aunque de ritmos de producción más veloces, suele haber procesos de evaluación de los contenidos.
Por lo general, en los medios convencionales después de que ha sido elaborada tienen que pasar varios minutos para que una información sea transmitida. En Internet, en cambio, el proceso para colocar información es tan sencillo y su realización requiere de tan escasa división del trabajo que una sola persona puede encontrarla, evaluarla, editarla y publicarla. Por su sencillez técnica el periodismo en línea puede rescatar los acontecimientos más recientes, superando en rapidez al que suele desarrollarse en otros medios. Todo el proceso de identificación, selección y publicación puede ser realizado por unas cuantas personas e incluso, aun con frecuencia, por una sola.
La médula del blog
Los weblogs, esas bitácoras personales que pueden ser actualizadas a cada momento sin que sea necesario que quien las edita tenga conocimientos de informática, se están convirtiendo en una de las opciones más sencillas y populares de la red. Los blogs suelen exponer, con pleno consentimiento suyo, la intimidad y la vida cotidiana pero también sueños, afanes y limitaciones de quienes llevan esos diarios expuestos a la mirada de cada quien.
A los blogs los distinguen la instantaneidad con que sus contenidos quedan en una página web y, por otra parte, el enfoque personal de sus autores. Cualquier tema puede ser contemplado desde esa perspectiva que, habitualmente, es relatada en primera persona. Así, cuando están destinados a propagar contenidos noticiosos los blogs tienen la singularidad de ocuparse de asuntos públicos pero, a diferencia del enfoque habitual en los medios de comunicación convencionales, el punto de vista y el tono narrativo que asumen es explícitamente personal.
Esa personalización, o individualización de la información, subraya la perspectiva propia de cada periodista que siempre existe en el tratamiento de cualquier noticia pero que, a menudo, los medios convencionales buscan disimular e incluso negar. Con el pretexto de que la información profesional es objetiva, los medios acostumbran ufanarse de una imparcialidad que jamás resulta absoluta. La recolección, la edición y la divulgación de una noticia siempre están permeados por consideraciones subjetivas.
Pero una cosa es reconocer la subjetividad inherente al tratamiento de las noticias y otra, hacer de ella un valor periodístico fundamental. En numerosas ocasiones los blogs, más que información original, ofrecen las apreciaciones del periodista acerca de un suceso. La versatilidad y velocidad con que pueden circular las informaciones en esos sitios de la red de redes han conducido a suponer que en los blogs quizá se encuentra una nueva forma de periodismo e, incluso, una suerte de democratización en el proceso de la información.
Hay quienes consideran que gracias a los blogs se modifican los estilos tradicionales de la construcción periodística. En vez de los esquemas usuales en la profesión, que exigen que una noticia comience por anunciar el meollo del asunto y luego lo vaya deshilvanando y que se procure responder a las preguntas básicas que nos hacemos ante un acontecimiento (qué, quién, cuándo, cómo) los blogs pueden privilegiar la experiencia personal del periodista frente a ese hecho. La médula del blog, en esos casos, no es la noticia sino la posición del periodista ante ella. No todos los blogs se ciñen a ese estilo pero, por lo general, no es frecuente que en ellos exista información nueva y mucho menos periodismo de investigación, sino reacciones –comentarios, réplicas, opiniones– a los sucesos que ya han sido conocidos.
Gracias a la agilidad y al poder de esas herramientas de edición, los usuarios de los blogs pueden recoger y colocar información en línea. Pero es arriesgado decir que, de esa manera, cada bloguero se convierte en periodista. En ocasiones la divulgación de esas bitácoras abiertas permite que se conozcan ángulos peculiares, definidos por la mirada personal de sus autores. Por ejemplo, cuando ocurrieron los ataque terroristas contra las Torres Gemelas, en septiembre de 2001, varios periodistas neoyorquinos que vivían al sur de Manhattan crearon blogs para dejar testimonio de los terribles acontecimientos que les había tocado presenciar. En varios de esos espacios cibernéticos se pudieron expresar los sentimientos más directos e incluso el recuerdo personal de algunas de las víctimas, relatados por quienes las habían conocido. El valor afectivo de esos textos es indudable pero no tenemos la certeza de que hayan sido piezas específicamente periodísticas.
El periodismo siempre busca trascender en la sociedad. Su espacio natural es la esfera pública. Y hoy en día, para que una información periodística tenga relevancia pública, es preciso que sea recogida por los medios de comunicación convencionales. Los blogs pueden ser espacios de expresión, creatividad e incluso de búsqueda personales, capaces de interesar a segmentos importantes de cibernautas. También pueden ser puentes entre el periodismo y la sociedad, o entre la realidad y quienes la comunican. Pero, por lo pronto al menos, los blogs no son una alternativa a la comunicación de masas. Quizá su implicaciones más importantes se encuentras, en primer término, en la difuminación a la que contribuye entre las zonas de lo público y lo privado. Y al mismo tiempo, en la posibilidad que ofrecen para que en ellos se expresen ciudadanos que de otra manera no tendrían acceso a foro alguno.
Los blogs constituyen un fenómeno creciente, extenso y que es imposible soslayar entre los espacios de expresión e interacción de las sociedades contemporáneas. Ninguna otra forma de expresión en Internet ha tenido un crecimiento tan vertiginoso como el que los blogs han experimentado.
Recetas contra la creatividad
La libertad del blog no la suele haber en los sitios más formales del ciberperiodismo. Aunque se trata de un género muy joven, el periodismo en la Red ha comenzado a estar ceñido por normas que se imponen a la diversidad, creatividad y versatilidad que suelen ser atributos del periodismo fuera de línea.
La investigación acerca de pautas y preferencias de los usuarios de estos y otros sitios en Internet ha ofrecido contribuciones muy importantes para saber quiénes y cómo navegan en el ciberespacio, especialmente en sitios dedicados a la información periodística. Pero aun es demasiado pronto para considerar que todos los usuarios, en todas las circunstancias, reaccionarán de la misma manera ante esquemas similares de manejo informativo y diseño gráfico. Sin embargo en muchas ocasiones el boceto de los sitios de material periodístico en la Red, la disposición de sus contenidos y especialmente la dosificación que hacen de textos en beneficio de las imágenes, son definidos a partir de criterios de mercado de improbable eficacia.
Las fórmulas para diseñar y manejar información en Internet se están convirtiendo en un corsé para el periodismo en el entorno digital. A partir de ellas muchos sitios tienen estructura, criterios y en ocasiones contenidos idénticos o muy similares. A veces sin proponérselo y en otras ocasiones por falta de recursos o de imaginación, los editores de tales sitios confeccionan páginas semejantes a las que consideran que han sido exitosas y entonces, unas parecen clonadas de las otras.
El periodismo en la Red, gracias al entorno de libertad en el que se desarrolla y a la ausencia de limitaciones temporales y espaciales, tiene las mejores condiciones para desplegar todo el talento del que sean capaces sus autores. Sin embargo en no pocas ocasiones esas posibilidades quedan coartadas por la supeditación de los proyectos editoriales a las fórmulas que establecen la moda, los mitos y el marketing.
Los diseños más socorridos se convierten en paradigmas sin haber pasado por la prueba del tiempo. Con gran facilidad se construyen leyendas acerca de la supuesta eficacia de uno y otro esquema para presentar las noticias. Y ya dejan sentir su presencia las empresas de mercadeo que aseguran tener la fórmula exacta para que un sitio alcance audiencias numerosas y notoriedad en la Red.
No siempre esas recetas tienen éxito y con toda certeza puede decirse que nunca bastan para hacer periodismo, en el entorno que sea. En línea o fuera de ella, el periodismo –vale la pena reiterarlo– es búsqueda, oportunidad, sensibilidad y originalidad: los estudios de mercado y las pautas para diseñar páginas web pueden ser útiles pero no aseguran el desarrollo de ninguno de esos rasgos.
Depauperadas redacciones
Otro de los mitos alrededor del ciberperiodismo es la suposición de que basta llevar un ordenador a la sala de redacción y poner a un capturista a levantar en línea la edición impresa para que tengamos, solo por eso, auténtico periodismo digital. Los directivos de muchas empresas dedicadas a la información en tinta y papel han creído que Internet es una ventana más para hacer negocio y que solo es preciso llevar los contenidos a un sitio web y empezar a recabar cuotas de quienes los consultan. Esa forma de vanidad, o de simpleza periodísticas, ha llevado al fracaso financiero y al estancamiento editorial a millares de aventuras periodísticas en la Red.
Los medios en línea aun se debaten entre la posibilidad de cobrar o no por el acceso a sus contenidos. Hay conocidos casos de empresas que han invertido millones de dólares con el propósito de recuperarlos y acrecentarlos con rapidez y al cabo de un par de años han tenido que reconocer que el negocio en la Red, si lo hay, será a mediano o largo plazo.
Todavía no se inventa una fórmula para que la prensa en línea sea financieramente exitosa y quizá jamás la haya. No es un error querer hacer dinero con el periodismo –el cual, en la medida en que es redituable, está en mejores condiciones de alcanzar mayores públicos y mejorar la calidad de sus contenidos–. El problema, aparentemente, ha sido el intento por trasladar a la Red los criterios de comercialización y negocio que existen para la prensa fuera de línea.
Internet toda y especialmente la WWW, es un enorme, creciente y hasta ahora ilimitado mercado de contenidos. La gran mayoría de ellos son gratuitos y los internautas avezados han aprendido a obtener materiales de calidad equivalente a aquellos por los que tienen que pagar. Ese es uno de los motivos del escaso rendimiento financiero que, salvo excepciones, han tenido los proyectos periodísticos de paga en Internet.
En ese océano de textos, imágenes e incluso memoria y sensaciones que hay en Internet, la única vía para que un sitio pueda singularizarse radica en la combinación de originalidad y calidad que logre ofrecer. Allí es donde falla el esfuerzo de una gran cantidad de publicaciones digitales.
Entre otras expresiones del escaso impulso que las empresas de este ramo invierten para hacer periodismo en línea se encuentra el poco respaldo que suelen tener los grupos a cargo de las ediciones digitales. Dos o tres redactores, con escasos recursos y a veces sin formación periodística práctica, son a menudo el motor, el alma y el soporte único de las publicaciones para la Red. Una investigación sobre las rutinas profesionales en cuatro redacciones para periodismo en línea en Cataluña encontraba: “La vida diaria en esas redacciones está lejos del modelo ideal. El trabajo de los periodistas en línea es pobremente considerado por sus contrapartes tradicionales y por ellos mismos. Las rutinas cotidianas ayudan para ello, obligando a los reporteros en línea a producir breves y rápidas piezas informativas” [4].
Rapidez no es calidad
La rapidez constituye una virtud del periodismo y especialmente del que se difunde en línea. Pero la prisa suele ser enemiga de la reflexión. Cuando un sitio de periodismo en línea tiene como prioridad la publicación de informaciones casi al mismo ritmo en que se están produciendo, no solo aumenta el riesgo de equivocaciones como indicamos antes. Además, esa urgencia tiende a desplazar una de las funciones básicas del periodismo que es, después de la información, la explicación de los acontecimientos. Más rapidez puede significar más abundantes e incluso apabullantes contenidos, pero no necesariamente mejores ni más originales elementos que ayuden al usuario de la prensa en línea a entender las realidades de las que se está enterando.
Desprovisto de limitaciones de tiempo y espacio, el periodismo en línea puede renovarse constantemente. Pero ese periodismo entendido como flujo permanente de noticias, pocas veces se propone tomar distancia respecto de los hechos de los cuales informa. En muchas ocasiones contribuye a la infoxicación pero no a la interpretación, que es una de las tareas básicas de la prensa.
En cualquier formato el periodismo tiene responsabilidades. Por eso es pertinente que en línea, o fuera de ella, los periodistas hagan explícitos los parámetros con los que manejan la información. Los temas habitualmente reconocidos como necesarios para la ética del periodismo impreso son los mismos que es pertinente practicar, y reivindicar, en el periodismo digital. Ya que la facilidad y la rapidez para difundir informaciones constituye una de las virtudes pero también uno de sus riesgos, los principios de ética periodística (acreditar las fuentes, distinguir entre información y opinión, rectificar falsedades, respetar la vida privada de la gente y la autoría de otros colegas, etcétera) son especialmente necesarios para el periodismo en línea.
Ciberperiodismo y ciudadanos
Pero la responsabilidad periodística, en la sociedad contemporánea, no se agota en las conocidas aunque frecuentemente incumplidas cantinelas que prescriben los códigos de las redacciones. Una concepción avanzada y desde luego ambiciosa de ética le atribuye al periodismo –y a los medios de comunicación en general– el compromiso de contribuir a que la sociedad no sólo esté más enterada, sino mejor enterada de los acontecimientos. Se trata, en esa perspectiva, de informar para que la gente entienda y no únicamente sepa, se entretenga o se estremezca. La profesora Adela Cortina, de la Universidad de Valencia, ha explicado esa posibilidad al referirse a la construcción de una ciudadanía mediática en donde los destinatarios de la comunicación de masas puedan constituir “una opinión pública madura y responsable en esa esfera de la discusión abierta que debería ser la médula de las sociedades pluralistas”. Mejor y más libre información, diversidad de opiniones, deliberación pública y con razones –y, añadimos nosotros, no solo respaldada en impresiones o emociones– forman parte de las prácticas que pueden conducir a que tengamos no sólo consumidores, sino ciudadanos en y delante de los medios de comunicación [5].
“Sentirse ciudadano –dice Cortina– exige, entre otras cosas, saberse reconocido en la propia sociedad”. Internet, con sus capacidades para la interlocución permanente y extensa, la explicación sin limitaciones de espacio ni conceptuales y el contexto comprensivo y minucioso, pareciera el medio idóneo para practicar y promover ese periodismo socialmente responsable y de calidad no solo profesional sino, también, ética. Pero en ella también hay indolencias y tentaciones capaces de reproducir las imperfecciones más conocidas del periodismo. Errores y engaños, simplificaciones y exageraciones son, entre otros defectos, algunos rasgos del periodismo en la Red.
Por eso es pertinente reiterar que, más allá de la plataforma tecnológica que lo distingue, el ciberperiodismo es, antes que nada, periodismo. Y que en tal virtud los cánones de esta actividad están vigentes independientemente de que la practiquemos para ser leída en papel, presenciada en los medios de radiodifusión o consultada en Internet. La red de redes puede ser un escenario formidable para practicar un periodismo competente, responsable, inquisitivo e inteligente. Pero en ella también pululan los más añejos problemas de la prensa y los periodistas.
Quizá en Internet la prensa convencional pueda tener el contraste que la obligue a ser tan rigurosa consigo misma como suele serlo con el resto de los actores sociales y políticos. Acaso en el ciberespacio podamos cimentar un periodismo capaz de contribuir a la misión que Ortega y Gasset buscaba para la Universidad, de la cual pretendía: “metida en medio de la vida, de sus urgencias, de sus pasiones, ha de imponerse como un ‘poder espiritual’ superior frente a la Prensa, representando la serenidad frente al frenesí, la seria agudeza frente a la frivolidad y la franca estupidez” [6]. Un periodismo en la Red que recupere las mejores virtudes y que intencionalmente resista excesos y errores del periodismo en otros formatos, sería el que mejor podría rescatar la nobleza de esta actividad y la generosidad del espacio abierto y libre, repleto de futuro, que es Internet.
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[1] Investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. rtrejo@servidor.unam.mx
[2] José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad, 1930
[3] Gabriel García Márquez, “El mejor oficio del mundo” Palabras ante la 52 asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa. Los Ángeles, 7 de octubre 1996. http://www.fnpi.org/biblioteca/biblioteca-mejor-oficio.htm
[4] David Domingo Santamaría, Professional routines and values in Catalan online newsrooms: online journalism in real contexts. II Congreso Online del Observatorio para la Cibersociedad. Grupo de trabajo 89, Periodismo en Internet: ¿nuevos medios o viejos paradigmas? Noviembre de 2004. http://www.cibersociedad.net/congres2004
[5] Adela Cortina, “Ciudadanía mediática” en El País, Madrid, 24 de noviembre de 2004. Desde hace años el investigador Néstor García Canclini ha insistido en esa distinción en obras como Consumidores y ciudadanos. Grijalbo, México, 1995.
[6] José Ortega y Gasset, cit.